Cuando Elise aceptó los 4 millones de dólares
para conducir un reality show científico- interestelar desde el centro de un
agujero negro supermasivo, sabía que era peligroso y un posible viaje sin
retorno. Aun así era mejor esa opción que la recurrente idea de suicidarse. Once fracasos
amorosos y haber perdido la lotería de año nuevo por un solo número, le habían
quitado las ganas de vivir. La NASA hizo
bien en abrir un programa de investigación, dirigido a trabajar con suicidas obsesivos.
La ciencia había desarrollado un mecanismo de
detección de gente con autoestima baja, y la idea de utilizarlos para misiones
peligrosas en el espacio exterior era una idea muy interesante, además de
tentadora. Con un Street-scanner de última generación encontraban gente de
éstas características en calles, cafeterías, colas en el banco, procesiones del
señor de los Milagros y conciertos de regaettón o de Enrique Iglesias, donde el porcentaje de personas con tendencias
autodestructivas en estos últimos crecía considerablemente, sobre todo si
estaban en zona VIP.
Estos datos se confrontaban a la manera
antigua, con los datos que
proporcionaban secretarias-espías infiltradas por la CIA en los consultorios psiquiátricos, siempre en
la búsqueda de personas con poco interés por la vida y alérgicos al Prozac.
Era muy sabido que la fecha de expiración del
planeta tierra estaba muy próxima y era necesario buscar otro lugar para vivir.
La destrucción final había sido calculada recién en algunos millones de años,
pero las nuevas investigaciones determinaron que ese acontecimiento sería
muchísimo antes, ya no por causas tan externas como la extinción del sol o la
colisión de la Via Láctea con la galaxia Andrómeda, sino por el agotamiento de
los recursos naturales. Fotografiar una supernova desde dentro era una
experiencia asombrosa, y poder vivir para contarlo superaba todo morbo.
La desintegración
molecular suspendida en seres humanos había sido un éxito en las pruebas de
laboratorio donde ya no se usaban ratones, sino Testigos de Jehová voluntarios
que querían ver a Dios.
Doblar el espacio-tiempo para llegar a galaxias lejanas
en pocas horas era otro de los retos a resolver por los participantes, donde,
es una pena decirlo, los ateos brillaron por su ausencia. Como quiera que sea,
el número de pruebas para éste nuevo programa era muy variado y ambicioso. El
éxito estaba asegurado…
Finalmente Elise lo pensó mejor, y accedió al
experimento por 27 millones de dólares. El boom inmobiliario lunar le había dado
algunas ideas tras su regreso del agujero negro… si es que regresaba, claro.
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