lunes, 17 de junio de 2013

Noticias desde el futuro no muy cercano




Cuando Elise aceptó los 4 millones de dólares para conducir un reality show científico- interestelar desde el centro de un agujero negro supermasivo, sabía que era peligroso y un posible viaje sin retorno. Aun así era mejor esa opción que la  recurrente idea de suicidarse. Once fracasos amorosos y haber perdido la lotería de año nuevo por un solo número, le habían quitado las ganas de vivir.  La NASA hizo bien en abrir un programa de investigación, dirigido a trabajar con suicidas obsesivos.
La ciencia había desarrollado un mecanismo de detección de gente con autoestima baja, y la idea de utilizarlos para misiones peligrosas en el espacio exterior era una idea muy interesante, además de tentadora. Con un Street-scanner de última generación encontraban gente de éstas características en calles, cafeterías, colas en el banco, procesiones del señor de los Milagros y conciertos de regaettón o de Enrique Iglesias, donde  el porcentaje de personas con tendencias autodestructivas en estos últimos crecía considerablemente, sobre todo si estaban en zona VIP. 
Estos datos se confrontaban a la manera antigua, con los datos que  proporcionaban secretarias-espías  infiltradas por la CIA  en los consultorios psiquiátricos, siempre en la búsqueda de personas con poco interés por la vida y alérgicos al Prozac.
Era muy sabido que la fecha de expiración del planeta tierra estaba muy próxima y era necesario buscar otro lugar para vivir. La destrucción final había sido calculada recién en algunos millones de años, pero las nuevas investigaciones determinaron que ese acontecimiento sería muchísimo antes, ya no por causas tan externas como la extinción del sol o la colisión de la Via Láctea con la galaxia Andrómeda, sino por el agotamiento de los recursos naturales. Fotografiar una supernova desde dentro era una experiencia asombrosa, y poder vivir para contarlo superaba todo morbo. 
La desintegración molecular suspendida en seres humanos había sido un éxito en las pruebas de laboratorio donde ya no se usaban ratones, sino Testigos de Jehová voluntarios que querían ver a Dios. 
Doblar el espacio-tiempo para llegar a galaxias lejanas en pocas horas era otro de los retos a resolver por los participantes, donde, es una pena decirlo, los ateos brillaron por su ausencia. Como quiera que sea, el número de pruebas para éste nuevo programa era muy variado y ambicioso. El éxito estaba asegurado…

Finalmente Elise lo pensó mejor, y accedió al experimento por 27 millones de dólares. El boom inmobiliario lunar le había dado algunas ideas tras su regreso del agujero negro… si es que regresaba, claro.

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